Tal como lo hemos visto con varios otros elementos, como puede ser el oro, la plata o el bronce, el Hombre ha utilizado el plomo a lo largo de la historia y ya desde la antigüedad, desconociéndose su verdadero orígen o más bien, su descubrimiento. Tanto es así que miles de años atrás, los alquimistas creían que se trataba del elemento más antiguo en la Tierra y lo relacionaban con el planeta Saturno. Su nombre proviene del latín plumbum y su símbolo es Pb.
El plomo es bien conocido por todos, pues tiene amplias aplicaciones en las actividades humanas. Se trata de un elemento metálico suave, sumamente maleable y también dúctil, resultando así muy útil. Tiene un característico color plateado claro, blancuzco y de tintes azulados con un brillo intenso. También es de lo más fuerte, resistente a la corrosión y bueno para las aleaciones, siendo aleado con antimonio (Sb) en ocasiones para mejorar aún más estas características.
En estado natural, el plomo posee 4 isótopos estables, aunque en total se conocen 27 isótopos de plomo. Es importante mencionar que se trata de un elemento tóxico y peligroso para la salud, resultando mortal si se inhala, se ingiere o si existe una intensa y prolongada exposición a determinadas formas del elemento. Si bien se lo puede encontrar en la naturaleza, esto es algo excepcional y es raro hallarlo en sus fuentes, siendo minerales como la galena (PbS) la más común, de la cual se lo extrae mediante un complejo proceso de tostado. En menor medida, también ocurre en minerales como la anglesita y la cerusita.
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